Te miro y te das la vuelta. Me miras y finjo estar concentrada en mi libro. Así no llegamos a ninguna parte. Pero hace tiempo que mirarnos es incómodo y aburrido. No nos decimos nada ni siquiera cuando hablamos. Se acabó, lo sabemos. Nadie da el paso, también es incómodo y aburrido. Como mirarnos.
Pensamos que el tiempo lo pondrá todo en su sitio, que pasará algo que nos saque de nuestra apatía. Pero el tiempo pasa rápido y parece que no acaba de decidirse a actuar en nuestro lugar. Así que, cuando me miras otra vez, entorno los ojos como si ese párrafo de mi novela fuera lo más interesante que he leído en mi vida. Me arrepiento y levanto la vista, igual esta vez lo conseguimos. Llego a tu cara justo en el instante en el que te estás girando. Quizá mañana.