Geometría

El tiempo no se corresponde con ninguna estación. Puede ser verano o invierno según la hora del día. Por eso, cuando sueltas la maleta en el suelo gris de la casa de invitados, tu primer pensamiento es cómo deberías vestirte para salir a callejear por el que va a ser, temporalmente, tu nuevo barrio. Los únicos muebles son una cama, un sofá y una tabla de plástico con unas patas al lado que, supones, pretende llegar a ser una mesa. Ni tus libros, ni tus dibujos, ni tu estudio.

Esto es lo que hay, piensas en alto. Tu propia voz te sobresalta, llevas demasiadas horas en silencio. ¿En qué momento decidiste ponerte a prueba? La verdad es que el encargo es extraño y emocionante a la vez. Un reto. Más animado, te sacudes cualquier pensamiento que no sea productivo y optimista. Tienes suficiente con el gris de las baldosas, el mismo gris que cubre cada una de las calles que se cruzan sin ton ni son unos kilómetros más allá, en el centro de la ciudad, donde los escaparates polvorientos con ropa de ocasión son el máximo exponente de arte que vas a encontrar.

No va a haber sorpresas. Ni un gato perdido buscando comida, ni un elemento que no sea piedra fuera de lugar. Alcantarillas redondas, relojes redondos, ventanas redondas. Tiendas con maniquíes de caras sin ángulos y manos inexistentes. Por suerte, Flaca olisquea y trota de un lado a otro. Pura alegría en medio de la nada.

Porque nada proyecta nada. Lo que hay es lo que ves. Choque frontal con tu visión de un mundo en el que todo se desdobla, se transforma, juega al ahora me ves, ahora no me ves. En el que las sombras pasan a ser compañeras de reparto de los materiales que forman tus obras. Personajes secundarios que aportan sin quitar protagonismo, incluidas en el guion desde el principio para hacer que todo encaje.

Otro instante de morriña, echas de menos las diferentes interpretaciones sobre un mismo elemento de quienes visitaban tus exposiciones. Yo veo una tortuga, yo una constelación, yo veo la capacidad de crear. Recuerdas como si estuviera ocurriendo ahora mismo esta última frase. Te diste la vuelta, un hombre mayor observaba tras sus gafas redondas una de tus estructuras. Captó toda tu atención.

Con un acento que no supiste reconocer, se dirigió a ti. Se interesó por tu carrera, por tus comienzos, por tus aspiraciones. Hizo muchas preguntas. No sabes si estuvisteis una hora o cinco minutos hablando ni cómo acabaste aceptando su propuesta. Podrías ayudarme, te comentó. Necesito que transformes una de mis propiedades. Sin más explicación, aceptaste. Poco después, llegó a tu correo un billete de avión.

Y allí estás. Dispuesto a cumplir tu cometido. Tu proyecto es un palacete con varios siglos de antigüedad, vacío y señorial, solo adornado por retratos de antepasados de gesto serio. Quítalo todo, te dijo. Que no quede ni rastro. Volveré en un mes. Con estas instrucciones, y tras la vuelta de reconocimiento oportuna, te pones manos a la obra. Literalmente.

Figuras geométricas de metacrilato superpuesto con madera y latón. Gigante, tiene que ser gigante para el salón principal. Más pequeñas para el resto de habitaciones. Distinta configuración, distintas formas y siempre diseñadas teniendo en cuenta la arquitectura. No hay problema, será por formas o materiales. Tienes todo lo que necesitas para devolver a la vida las enormes estancias por las que parece que nunca ha pasado nadie.

Horas después las sombras empiezan a hablar, a proyectarse sobre las paredes. Los destellos azules, rojos y amarillos se reflejan a tu antojo tras colocar las luces que enfocan el punto exacto. Encargas muebles, cálidos y de acero. Las esculturas de colores van ocupando las mesas. Poco a poco, aquello toma forma y fondo. Un oasis en medio de la neutralidad oprimente de esa ciudad a la que no tienes intención de volver.

Días y noches armando, midiendo, inventando, desde la libertad de haz lo que creas. Días y noches que pasan rápido y llegan a su fin. Has acabado. Flaca observa a tu lado el resultado. Parece contenta, sabe que podréis volver a casa y a vuestros eternos paseos por Madrid. Con la maleta hecha, y lo que ha sobrado apilado minuciosamente en el garaje de la parte de atrás de tu alojamiento, esperas el regreso del excéntrico personaje que te contrató.

Una mujer menuda aparece en su lugar. Sonriente, te estrecha la mano y se presenta en un perfecto inglés como la directora de una conocida galería. Momentos después, un grupo de personas, incluido tu supuesto cliente, aparecen y entran en el palacete.

Nos vas a perdonar por no haberte dado más información, se justifica ella. Pero has sido parte de un experimento a nivel internacional que ha consistido en buscar talentos diferentes y auténticos. Fuiste seleccionado por uno de los integrantes de nuestro equipo para participar.

Mientras tú trabajabas en este espacio, otros artistas lo hacían en edificios similares repartidos por los cinco continentes. Siempre lejos del de origen y siempre en lugares donde la única fuente de inspiración fuerais vosotros mismos. El objetivo: valorar quién reunía todos los requisitos, quién sabía conjugar arte y entorno. Quién, en resumen, sería el elegido para exponer en las mejores galerías del mundo durante un año sin saber para qué trabajaba. Por supuesto, este edificio queda como parte de la muestra. No creas que vamos a tirar por la borda un mes encerrado aquí, sonríe comprensiva.

Tú te has quedado bloqueado. Ni siquiera te preguntas si eso es legal. Tu interlocutora se excusa y desaparece detrás del resto. Espéranos aquí, te indica antes de marcharse. Pasa un rato que se te hace eterno. En cambio, cuando regresan y te comunican el fallo, los acontecimientos se precipitan, todo ocurre a una velocidad vertiginosa.

Imposible creértelo hasta que un cartel bordado cae a plomo y cubre parte de la fachada del palacete, dando nombre al edificio: Fernando Castillo Ochotorena. Exposición de arte 2019-2020. Debajo, un listado de galerías que conoces a la perfección. Definitivamente, es real y has sido el ganador. Definitivamente, el destino, como tus estructuras, también sabe jugar.

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Con cariño para Fernando.

http://www.castilloochotorena.com

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