Los días raros

Aparca en la calle de atrás. Demasiado tiempo sin pasar por su antigua casa, no se atreve a acercarse más. Cuando vuelve a escuchar Los días raros se da cuenta de que el CD ha vuelto a empezar y que lleva una hora en el coche, subiendo y bajando la ventanilla. Bailar como un lazo en un ventilador, canta Vetusta Morla.

Apaga el quinto cigarro y abre la puerta, bendito aire helado en la cara. Así estará despejado. Se acerca cada vez más. Pero necesita valor y un discurso coherente. Aunque las razones para una huida nunca son coherentes. Y la escueta nota con un me voy es imperdonable. Aun así, la verdad para él es mucho más difícil de contar.

Fue hace dos años, después de la cuarta crisis de ideas delirantes. Un cuadro complicado de varias patologías, se recomienda su ingreso inmediato, dijo el médico. Tratamiento de por vida, aunque con las pastillas mejorará. Y muerto de miedo se fue de casa. No sabe si le buscaron, tampoco le hubieran encontrado, los psiquiátricos son discretos.

Una niña que sale del portal le deja en blanco. La reconoce inmediatamente por sus saltos al caminar. Y su mujer a su lado intentando que no se quite el abrigo.
Se le nubla la vista y saca el pastillero.

Hoy le han dado el alta, lo tenía controlado. Pero de repente la realidad es demasiado ruidosa. De repente echa de menos su habitación en la Clínica San Miguel y los paseos por el jardín. Mañana hablará con el doctor. Y con su familia. O con su familia otro día. Ahora sólo necesita que el mundo pare, su cabeza se calle y dormir.

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