La peluquería 2

Y con los dos centímetros de pelo naranja zanahoria, y bajo la lluvia, la vida le parece otra cosa. La sensación de haberse sacudido recuerdos inútiles y lastres caducados es realmente increíble. ¿Solo por un corte de pelo? ¿Solo por haberse cambiado el color? No. El punto es que he sido capaz de hacer algo, piensa. Algo diferente. Algo por mí. Algo que me hace sentir bien.

Coge la calle Goya esquivando la marea humana que ultima las compras para Nochebuena. Hoy es 24, quedan todos esos días extraños por pasar. Días en los que disimular una larga noche de paz, noche de amor, que no siente. Pero, qué coño, esta vez lo va a intentar. Se acabó resignarse a la tristeza de su alrededor. Se acabó la lucha contra el gigante de la Navidad. Se acabó ser la rebelde atormentada.

Un café ardiendo en un local nuevo lleno hasta los topes de personas y guirnaldas. Villancicos. La hora del aperitivo ha empezado y la gente canta Mi burrito sabanero. Esta me la sé. La energía navideña se contagia como un virus. Y se ve coreando, agarrada por la cintura, con un grupo que lo está dando todo.

Un ataque de reconciliación cósmica se apodera de ella. Mensaje a una amiga con la que lleva meses sin hablarse. Ya no ve que el motivo sea tan importante. No hay respuesta. Pero trabaja en un bar. Borracha de determinación se acerca a Jorge Juan. Allí está. No hace falta hablar, un abrazo es suficiente.

Llama a su amigo Javier, él tampoco tiene cena familiar y han quedado en verse. Qué haces ahí, loca. Vente, todo bien, de verdad. Así que empiezan a juntarse, al más puro estilo Cómo conocí a vuestra madre, alrededor de esa mesa donde tantas horas pasaron. Solo falta una vuelta de llave para cerrar la puerta. Y entonces manda el mensaje que tantas veces ha escrito y borrado.

Pero en vez de reproches pone lo que realmente siente. Qué pena que acabáramos de esa forma tan horrible. Sé que te culpé a ti, pero entiendo que no pudieras aguantar tanto drama y que no sabes hacerlo mejor. Ya estoy bien. Una respuesta simple. Dónde estás. Localización enviada. Y media hora después aparece por la puerta.

Un tetris gigante en el que van encajando todas las piezas. Es Navidad y la gente se quiere. La gente se perdona. Hace sacrificios que días después se diluyen, pero ahí queda el rastro. Quién le iba a decir que diciembre iba a ser la etapa final de su travesía del desierto.

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