Vuelvo a sentirme sobrecogida en cuanto la veo. La Alhambra, como un gigante de piedra que respira, activa una secuencia perfectamente ordenada de hace veinte años.
Con mi madre de la mano, mis hermanos corriendo alrededor tirando del pompón de mi gorro de lana. Respetuoso silencio de mi padre, nacido en Granada. Manda callar, ni caso. Frunce el ceño y entendemos que no es broma. Apiñados y empujándonos en la emoción de verlo todo.
El agua corriendo por el Patio de la Alberca, mi hermana riendo a carcajadas poniendo caras en el espejo que nos regala el estanque. Mi hermano dándome pellizcos en el brazo.
Pocos adultos para tanta energía infantil.
Pero ellos sonríen como nunca volvieron a hacerlo.
Me tiran de la chaqueta y salgo del túnel del tiempo. Me encuentro con sus ojos, los míos hace décadas. Mami, quién vivía en esta casa tan grande. La risa me sacude los recuerdos. Y el presente me echa del pasado.