El puente de agosto por fin llega, como un charco en el desierto que es el verano madrileño. La ciudad estruja como una prensa hidráulica. El año siempre es difícil, para ella, para todos. Por fin, la playa infinita, The blower’s daughter sonando de fondo.
Historias guardadas compartidas entre copas, con la arena moviéndose en círculos por el Levante, llevándose cualquier confidencia. Lo que pasa en Cádiz, se queda en Cádiz.
No le ve al principio. Absorta en sus amigos, en lo íntimo de una confesión que en septiembre ya no se comentará. Pero él pasa, se sienta y se ríe con la camarera. Ya no puede seguir el hilo. La teoría de que si miras a alguien fijamente se dará la vuelta funciona. Se gira, Damien Rice repite I can’t take my eyes off you.
Igual ve demasiadas series, pero le parece una señal. Sonríe él, sonríe ella. Se levanta, va directo. A ritmo de película. Vuelve a la tierra cuando su amigo le pregunta qué haría ella. Interrumpida la contemplación de su adonis surfero solo un momento. No pasa nada, en un segundo estará ahí.
Aunque otro adonis surfero ha entrado en escena y va hacia el suyo. Se acercan. Mucho. Todo. Un beso. No fraternal, no a lo andaluz. Un beso de verdad. Parece que el amor está en el aire. Entre ellos.