Cuando te pasan demasiados pensamientos por la cabeza, y se enredan, llega un momento en el que el cerebro entra en hibernación. La cantidad es la misma, pero la velocidad disminuye. Una defensa (supongo). Entonces todo empieza a ir muy despacio, se congelan los problemas, flotan a un ritmo lento y se van desanudando. Coges perspectiva y dejas que vaguen por tu mente sin intentar atraparlos. Así, poco a poco, buscan su sitio y su propia solución. Incluso eres capaz de alejarlos para reírte un rato. Ese punto negro va convirtiéndose en gris, luego en blanco. Incluso llega a ser azul o verde. Hasta que se diluye en el día a día, en nuestra actitud, en lo que sí podemos manejar. Ahí te das cuenta de que no hay mal que dure cien años; que donde una puerta se cierra, otra se abre; que siempre que llovió, escampó… Sabio el refranero. Y bendito el tiempo que (casi) todo lo cura.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s